Una mentira y varias verdades

13/01/2014

Te voy a contar una mentira muy grande y la voy a rodear de grandes verdades. El premio si adivinas la mentira es, suponiendo que te interese, que te compongo, grabo y envío por mail/twitter o lo que sea una melodía para una de las siguientes opciones: (1) tu nombre, (2) una frase de un máximo de diez palabras que me des, (3) dos versos de un poema de tu elección. Pocas veces te han ofrecido algo tan apasionante, ¿verdad?

Yo soy un padre que tiene, como todos los padres, una vida anterior a ser padre. Mis hijas ahora saben llevarme la contraria de una forma que me emociona. No es ya que tengan o no razón, es que su razonamiento es tan original, tan real, tan convincente, tan vivo, que me hace darme cuenta de lo viejuno que es el mío. Esto me hace pensar lo joven que te debes mantener trabajando con chavales.

Estudié piano en el conservatorio de Madrid, dos cursos de filología hispánica en la Autónoma de Madrid e improvisación contemporánea en Boston. He sido profe de música en conservatorios (Musikene) y escuelas municipales de música (Collado Mediano, Talavera de la Reina). He sido asesor pedagógico del Teatro Real y coordino el proyecto LÓVA (www.proyectolova.es). Y más cosas que no cuento para no aburrir. Como pianista tengo un dúo con el trompetista portugués Laurent Filipe, el Dúo Iberia. He hecho más cosas como músico, pero este no es el lugar para contarlas. Puedes escuchar aquí el CD que grabé con el Boston Art Quartet. Es jazz de búsqueda, con algo de improvisación libre en algún tema.

Me interesa la educación artística orientada a personas que no quieren ser profesionales de las artes. No soy bueno preparando a futuras promesas de la música. En cambio, disfruto mucho dando clases a adultos que empiezan. Igual que esas profesoras de Pilates que se desesperan porque sus alumnos no levantan la pierna hasta el techo, muchos profesores de música se desesperan porque sus alumnos no ganan concursos internacionales. Curiosamente, el 99% de los profesores tampoco los gana, pero les resulta bastante más fácil esperar de los demás lo que nunca esperarían de sí mismos.

Leo ficción a raudales y el día que me ayuden a entender por qué el ensayo puede tener algo de interesante, será un gran día en mi vida. Habiendo gente que te cuenta cosas imaginarias, ¿por qué prestar atención a alguien que se empeña en contártelas de verdad? Ahora pienso qué sería de mi vida si no hubieran existido Stevenson, Borges, Muñoz Molina o Philip Roth. Muy raro.

Me interesa el mundo de Internet y de la informática para muchas cosas: como músico, como profesor, como coordinador de LÓVA, como ciudadano, etc. Me ayuda a organizar y editar fotos, pero también a cocinar, a ver pelis, a conocer aplicaciones informáticas chulísimas, a saber de la vida de los demás, a contaros mi vida a través de este blog y saber de la vida de otros, a conseguir trabajos o a gestionarlos mejor, etc. Un aspecto que me encanta de mi labor como coordinador de LÓVA es poder atender en tiempo real preguntas de la gente sobre el proyecto. Creo que a veces contesto tan rápido que la gente se asusta. Creo que piensan: “qué raro, parece como si hubiera estado ahí, esperando mi mensaje de correo electrónico”.

Ahora estoy haciendo un curso que me va a ayudar a hacer un poquito mejor las cosas. Se llama eduPLEmooc, Entornos Personales de Aprendizaje (PLE) para el desarrollo profesional docente. El curso me interesa especialmente porque ya me está sirviendo para entrar en contacto con nueva gente interesante del mundo de la educación. Sobre todo docentes.

Espero aprender herramientas de las que oigo hablar pero que por saturación no me pongo a explorar. Espero conocer formas de aplicarlas que me ayuden a mejorar mi labor de apoyo a los docentes de LÓVA. Espero echar una mano en animar a tirarse a la piscina a gente que se siente abrumada por las TIC. Espero solucionar algunas cuestiones prácticas que me preocupan. Sobre todos la acumulación ingente de referencias, que en mi caso sigue el modelo compost: las voy apilando y las del fondo se van convirtiendo en abono orgánico, que es la manera fina de decir que se pudren del asco las pobres.

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Mi PLE

13/01/2014

Mi PLE

Hoy comienzo el curso online eduPLEmooc y lo primero es poner en imagen algo parecido a cómo representaría yo mi entorno personal de aprendizaje. Falta lo más importante, que es la gente, pero espero que las rayitas que son como rayos simbolicen esas conexiones.


Difícil estar más avisados

22/09/2013

Hace días se ha publicado en Estados Unidos el libro de Diane Ravitch (@DianeRavitch en Twitter)  Reign of Error, de la editorial Alfred A. Knopf. En él Ravitch explica la estrategia que han seguido durante los últimos años algunos políticos, empresarios e inversores para destinar cada vez más dinero público de la educación a empresas privadas.

Pese a las grandes diferencias que hay entre Estados Unidos y España, o precisamente  por existir esas diferencias, llama la atención la cantidad de capítulos, párrafos y frases que casi podrían aplicarse sin cambiar una coma a lo que está sucediendo en España. Llama la atención y pone al descubierto el origen de muchas ideas e iniciativas que en España buscan un idéntico objetivo con idénticos argumentos.

La estrategia dice Ravitch, consiste en desprestigiar el sistema público presentándolo como un sistema fracasado, desprestigiar a sus profesores diciendo que trabajan poco, que ganan demasiado o que sólo piensan en sus derechos y no en los alumnos, y crear así un estado de opinión favorable a la enseñanza privada y la concertada, que aparecen, sin que nadie sepa muy bien por qué motivo, como la única solución posible.

Este párrafo de Ravitch da buena idea de las similitudes con España: 

“Tienen un mensaje bien preparado: Somos los reformistas. Tenemos la solución. Los colegios públicos están fracasando. Están en decadencia. No funcionan. Están obsoletos y no tienen remedio. Queremos innovar. Sabemos qué hacer para arreglar los colegios. Sabemos lo que hay que hacer para evitar el fracaso escolar. Lideramos el movimiento por los derechos civiles de nuestro tiempo. Queremos que en todas las clases haya un gran profesor. El número de alumnos por clase no importa. Los profesores deben cobrar más cuando sus alumnos saquen mejores notas en las pruebas externas. Y si sus alumnos no mejoran, hay que despedirlos. La estabilidad laboral de los profesores sólo sirve para proteger a los malos profesores. Los problemas de aprendizaje son culpa de malos profesores. Cuando los profesores son buenos no hay fracaso escolar. Los sindicatos de enseñanza sólo se preocupan del dinero y no les importan los niños. La gente que saca a colación el tema de los niños pobres solamente busca excusas para justificar a colegios y profesores que no saben hacer su trabajo. Los que no están de acuerdo con nuestras ideas se aferran a lo más cómodo. No dan soluciones alternativas. Nosotros sí. Sabemos lo que funciona. Las pruebas externas funcionan. Exigirle progresos a los profesores funciona.  La enseñanza concertada funciona. Cerrar colegios que no superan unos resultados mínimos en las pruebas externas funciona. Pagar extra a los profesores que consiguen resultados superiores en esas pruebas funciona. El aprendizaje online funciona. Reemplazar profesores con enseñanza online no sólo funciona, sino que ahorra costes y permite que aumente el número de empresas que ofrecen innovación educativa.”

Los abanderados de la privatización no se conforman con poco. No sólo dicen tener derecho a pensar así, sino que se presentan a sí mismos como defensores de la libertad y de los derechos. Sin embargo, simultáneamente proponen un sistema educativo que sólo podría existir conculcando derechos básicos como el de igualdad de oportunidades o el de no discriminación. No es algo nuevo. Es algo que ya está pasando, pero quieren más. En un sentido acorde con la lógica empresarial, son insaciables. La lógica del negocio es esa, y ese es uno de los problemas de abrir la educación a los inversores: quieren siempre más. Dicen que lo que más les importa es que los niños reciban la mejor educación, pero lo único que hacen es hablar de pruebas externas, que son una burla de la buena educación. Son una burla porque reducen la educación a algo parecido al examen teórico de conducir y porque dejan cada vez más abandonados los múltiples aprendizajes interesantes que pueden darse en el colegio, entre ellos el mismísimo deseo de aprender. 

Los recortes en educación, sin embargo, no preocupan a ninguno de estos defensores de la educación, probablemente porque cada recorte supone un porcentaje mayor de recursos públicos derivados a sus empresas e inversiones. Ravitch enumera unas cuantas cosas que no les preocupan: 

“Rara vez protestan por los recortes presupuestarios, por masivos que sean. No se quejan cuando los gobiernos quitan miles de millones a la educación a la vez que dicen que lo hacen para reformarla. No protestan cuando suben los índices de pobreza infantil. No se quejan de la discriminación racial. No ven ningún inconveniente en que se dedique cada vez más tiempo a preparar las pruebas externas. No se les oye cuando se reducen actividades artísticas, bibliotecas, educación física y a la vez se gasta más dinero en pruebas externas. No se quejan cuando se anuncian pruebas para niños de educación infantil o incluso pre-infantil. No se quejan del aumento de número de alumnos por aula. No tienen objeciones al currículo cada vez más dirigido o a la pérdida de autonomía profesional de los docentes. No les parece mal que se sustituya a profesores con experiencia con jóvenes que sólo ha recibido semanas de formación. Hacen como si no vieran que la concertada acepta una cantidad desproporcionadamente pequeña de niños con discapacidad, de familias desestructuradas, o niños que no hablan bien inglés (de hecho, niegan sistemáticamente esta realidad, incluso cuando se les presentan los datos federales). No se quejan de que haya empresas con ánimo de lucro que gestionan colegios concertados o de que se subcontrate a empresas privadas para realizar servicios que eran públicos. De hecho, reciben con los brazos abiertos en el grupo de reformistas a los emprendedores, bien como socios o como inversores.” 

Los parecidos son innumerables. En el libro de Ravitch se describe y analiza el argumento de la “libertad de elección de centro” como una de las banderas del movimiento, un argumento que ha utilizado entre otras la Comunidad de Madrid y que Ravitch describe como una de las ideas más utilizadas para acabar con la posibilidad de elegir la educación pública.

El libro merece la pena en varios sentidos, pero es especialmente interesante desde el punto de vista español porque ofrece una clara perspectiva de cuál es el origen de las ideas que ponen en práctica administraciones públicas desde el ministerio de educación a comunidades autónomas, diputaciones y ayuntamientos. Deja a la vista, por si no estuvieran claros, sus objetivos y lanza un mensaje optimista: pese al poder de los que llevan a cabo la sustitución de la enseñanza pública por un modelo privado, la escuela pública ganará la batalla en la medida en que se entienda que la escuela pública es la única que pertenece a los ciudadanos, que no hay pruebas de que la privatización mejore la educación, sino todo lo contrario, y que el fracaso de la enseñanza pública es una mentira construida interesadamente por personas, empresas e inversores que quieren que el dinero de los impuestos que hoy va a la educación pública pase por sus cuentas bancarias.

La escuela pública no es perfecta y nunca lo ha sido. Por poner un ejemplo que en España se cita a menudo para justificar la creación de centros concertados (el argumento de los profesores “vagos” y “apoltronados” en su plaza fija), la estabilidad laboral de los docentes que defiende Ravitch, y que en Estados Unidos se llama tenure, dista mucho de ser un blindaje laboral de por vida, algo que sí ha sido el funcionariado en España. En Estados Unidos el tenure sólo se consigue tras varios años de experiencia laboral y existen formas justas de retirárselo a docentes que de forma inequívoca incumplen con sus obligaciones. 

Pero que un sistema educativo público tenga algunos problemas no significa que deba destruirse y reemplazarse con uno privado. Eso quisieran algunos. Lo que debe hacerse es arreglar esos problemas y seguir introduciendo mejoras en beneficio de la sociedad, y no de algunos solamente, porque la supuesta mejora que, según Ravitch, nos quieren hacer creer que traerá la privatización no es más que una entelequia.


Las pruebas son lo de menos

04/08/2013

Examinar a los niños para ver cómo van en el colegio no es nuevo. Salvo excepciones, no conocemos otra cosa. Ir al colegio suele ser examinarse una y otra vez.

Lo que sí es más novedoso es examinar a los profesores, a los colegios y a los sistemas educativos. De hecho parece una tendencia creciente, casi omnipresente.

Estos exámenes, tanto los de los niños como los demás, se parecen un poco al examen médico, porque nos dicen si las cosas van bien o si hay algo de lo que preocuparse. Sin embargo, también se parecen al examen médico en que tienen un alcance limitado. Por muy exhaustivos que sean los exámenes, en la educación y en la salud hay cosas que no se miden. Tal vez por eso la educación y la salud están a veces tan relacionadas (por ejemplo, cuando prevenimos la obesidad a través de la educación y la medicina).

Los exámenes de toda la vida eran así. Tenían un alcance limitado. Si había algo en lo que no fallaban era en decirnos lo buenos o malos que éramos haciendo exámenes. Nos servían para ejercitar la memoria, para demostrar que sabíamos resolver los problemas matemáticos, para practicar la expresión escrita y otras cosas importantes (como por ejemplo para saber si éramos “inteligentes”) pero no todas las cosas importantes. No nos servían, por ejemplo, para saber quién era tímido, líder, mentiroso, noble, imaginativo, violento, generoso, despistado o depresivo. Ahora sabemos que tampoco servían para saber si éramos inteligentes porque, afortunadamente para la humanidad, hace tiempo que la inteligencia ha dejado de ser lo que era.

Esas cosas las veíamos en el día a día. Son las que recordamos de nuestros profesores y compañeros del colegio y son, por cierto, las que se afanan hoy en saber los que nos hacen entrevistas de trabajo, ahora que se habla tanto de preparar a los niños para el mercado laboral.

Alguien que haya aprobado una oposición de las difíciles (juez, notario, etc.) podría haber sido mal estudiante en el colegio, pero la norma es más bien lo contrario y los jueces y notarios, entre otros, sacaban buenas notas.

En cambio, resulta difícil adivinar si sacaron buenas notas una actriz, un cocinero, un inventor o una política. Y eso que Penélope Cruz, Karlos Arguiñano, Steve Jobs o Angela Merkel hacen cosas difíciles, pero hacen el tipo de cosas que no se demuestran escribiendo con un boli. Son esas otras inteligencias.

Estaría muy bien que todos los niños hiciesen buenos exámenes de matemáticas y de lengua en el colegio. También estaría bien que todos tuvieran esas otras habilidades o inteligencias que derrochan la actriz, el cocinero, el inventor o la presidenta en sus respectivos trabajos. Y como eso no sólo no es posible, sino que ni siquiera es razonable, el colegio se dedica a dar el impulso que lleva a cada persona crear su propio camino, personal e intransferible. No tiene nada que ver con consentir todo y hacer sólo lo que apetezca. Tiene que ver con abrir puertas y mostrar que el esfuerzo de atravesarlas merece la pena.

Las pruebas externas ahora lo invaden todo, desde la educación infantil hasta puede que la universidad. Los colegios y los institutos se ponen en orden numérico atendiendo a estas pruebas, a las medias de selectividad, a los rankings de colegios de los periódicos, etc. y les hacemos caso como si estas pruebas se ocuparan de todo, cuando sólo se ocupan de una parte. No son interactivas, son escritas, versan sólo sobre algunas de las materias o asignaturas y en ningún caso fomentan la imaginación o la creatividad.

Parece que se debe a una moda, pero también parece que se debe a un negocio atractivo. Si consideramos las pruebas como un producto – que lo son puesto que se compran, se venden y suponen un gasto de cientos de millones de euros anuales – entenderemos lo interesante que es para el mundo empresarial colocar ese producto a – atención – todos sus consumidores. No hay excepción.

Es, además, un producto que abre la puerta a todo un hipermercado de publicaciones, aplicaciones, formación y nuevos productos de todo tipo que hoy son superfluos pero que mañana serán irremediablemente imprescindibles.
El símil del examen médico viene bien para explicar que estas pruebas pueden ser buenas para lo que son, como lo es el examen rutinario en el que se detectan una ligera desviación de columna, o unos pies cavos. Lo que no debe hacerse es considerar estas pruebas como diagnósticos completos de alumnos, docentes o centros. El examen médico funciona cuando se acompaña de higiene, ejercicio, buena alimentación y otros factores del bienestar físico. El examen médico no nos dice todo sobre el estado de salud del niño. La educación es igual, y funciona cuando se ocupa de las inquietudes y las necesidades de las personas, no cuando el colegio sube unas décimas en el ranking. Pretender que unos exámenes escritos nos resuelvan toda la complejidad de esta hermosa ecuación sería un gran error.

Piensa en las cosas que han hecho de tu educación algo interesante y verás qué de indicadores ajenos a los exámenes encuentras: la relación con los maestros, con los compañeros de clase, las experiencias que han quedado en tu recuerdo, los hábitos que adquiriste, las cosas que descubriste, las excursiones, los talleres, la confianza que depositaron en ti, los retos que superaste, el patio y todo eso que ya estás pensando.

Haz lo mismo cuando pienses en la educación de tus hijos. No dejes que la reduzcan a una fórmula simplificada. No dejes que se olviden de cosas importantes como si ya no fueran importantes. Lo son. No dejes que la preparación de estos exámenes poco importantes le quite tiempo a tu hijo tiempo para hacer las cosas que realmente importan. No dejes que conviertan a tu hijo en un número en una hoja de cálculo. No dejes que lo conviertan en consumidor forzoso del nuevo producto estrella.


Esperanza Aguirre escribe sobre educación

15/05/2013

Esperanza Aguirre ha publicado en su blog un breve texto sobre educación, titulado La educación y la izquierda. Además de haber sido ministra de educación, presidenta del senado y presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza preside el PP en Madrid y es grande de España. Por esas y otras cosas, alguien podría esperar que sus escritos sobre educación mostrasen una visión perspicaz, aguda o clarificadora. Como poco, debería notársele algo que hiciera ver que su experiencia no la tiene cualquiera.

Sin embargo, Esperanza opta por un tono bien diferente y escribe una entrada en su blog para decirnos lo siguiente: en educación ha habido buenos (el PP) y malos (el PSOE). He ahí el abstract del artículo.

Hay ideas que se presentan como solución a la educación y que pueden ser uno de sus principales problemas. Está bien que los políticos sepan encontrar frases concisas y directas para aparecer en los telediarios lanzando un mensaje claro, pero un texto en un blog da para mucho más.

La «grandeza política» y el «patriotismo» que reclama Esperanza debería notarse, como mínimo, en el texto que los invoca. Aunque se queja de la ignorancia a la que la educación ha condenado a millones de españoles, lo que hace con este texto es fomentarla.

Independientemente de las ideas que cada uno quiera defender, la educación merece un debate mucho más serio y Esperanza Aguirre debería hacer un esfuerzo por estar a la altura de las circunstancias.

 


Gente muy rara

10/04/2013

EABE es un encuentro de docentes al que nos sumamos gentes de mal vivir para ver si se nos pega algo de bueno. Hay un pacto de silencio en torno a qué es y qué no es el EABE y yo, al igual que varios cientos de personas que lo saben, lo respeto y me callo lo que sé, que es mucho. Por eso no voy a desvelar qué es el EABE, pero mientras me guardo eso, no me quedo tranquilo si no cuento lo que a mí de verdad me preocupa.

 Los docentes son gente muy rara, es lo menos que se puede decir de ellos.

 Por ejemplo, en situaciones difíciles como una guerra, un desastre natural o en medio de la pobreza extrema, siempre te encuentras docentes que se organizan para que la vida siga su curso, para mantener arriba la dignidad de las personas y hacer que la gente siga encontrando razones para vivir. Decimos que el cole está anticuado, etc., pero después del tsunami del Índico, la vuelta al cole se consideró un indicador de la vuelta de la esperanza. No la venta de coches o la actividad en bolsa: la vuelta al cole.

Los docentes son como esos médicos que en las películas se meten como si nada en una sala llena de enfermos supercontagiosos y salen sanos y salvos. Los ves y dices: no puede ser verdad. Pero es verdad. Hay una diferencia grande con los médicos, y es que los docentes tienen salas llenas de niños que lo único que saben contagiar es alegría. Hay que reconocer que es una ventaja. El caso es que a los docentes los virus y los malos bichos les vienen de otras partes.

 En nuestra vida de ahora, sin misiles ni tsunamis (por el momento) los docentes, los buenos, los que se encuentran en sitios como EABE, se organizan no sólo para compensar las ayudas que están quitando para atender a niños con discapacidades y con problemas de todo tipo. Se organizan para crear en su aula un clima de entusiasmo por el aprendizaje y no dejan de darle vueltas a la cabeza para ver cómo hacer mejor las cosas, porque eso lo tienen en el código genético: son muy modestos, los condenaos. Agarran un ordenador o una tableta y te hacen virguerías, pero todo esto como si nada. De hecho, saben hacer que los quieran cientos de niños y que se acuerden de ellos con todo el cariño toda su vida, y van por la calle como si eso no tuviera importancia. A veces les ponen ministros o gente así que dice verdaderas sandeces sobre ellos, pero son muy inteligentes y no hacen caso. Tienen un poder inmenso, pero su máxima demostración de poder consiste, precisamente, en no utilizarlo. Toma ya.

 Hay otros docentes, pero esos o no vienen a sitios como EABE o, si vienen, se acercan y ¡zas!, quedan como contagiados y empiezan a decir cosas con sentido, o a proponer cosas interesantes. Qué cosa más curiosa. En EABE, por ejemplo, seguro que siempre hay tres o cuatro tontos, pero debe ser que en contacto con la masa, se hacen listos.  A veces, hasta simpáticos.

EABE no tiene organizadores. Tiene comandos. Un comando es un grupo pequeño de gente muy despistada, que se compromete a organizar EABE pensando que tal cosa es posible. Es como decir: vale, venid los seis mil a casa y os preparo unas ortiguillas. Y van, vienen, y caben y se comen sus ortiguillas y se van tan contentos. Nadie sabe cómo ha sido, pero ha sido. En la próxima edición de la biblia lo van a poner, junto a los panes y los peces, para que se sepa que los milagros no son cosas del pasado.

EABE no se parece en nada a una reunión del G7 o de presidentes de la UE, o cosas así. En esas reuniones sólo se dicen mentiras y tonterías, pero se pone cara y voz de estar diciendo algo superimportante y trascendental. Y eso que van rodeados de traductores, total para no enterarse de nada. En EABE no hay traductores, porque todos hacemos como si entendiésemos el andaluz. Y sólo se dicen cosas importantes, de las que cambian el futuro de la humanidad, pero el tono es como el de la conversación en el puesto de las lechugas.

Hay gente que leerá esto y dirá: “pues no me ha dicho nada”, y esa es la idea. EABE es una reunión secreta disfrazada de convocatoria pública. Tenemos superpoderes y aunque se usan wikis y blogs, nos comunicamos mucho más rápido que eso, a través de procesos virtuales de comunicación cuántica de última generación. Nos comunicamos tan rápido, que cuando alguien va a pensar en algo que decirte, tú ya lo sabías. Es un poco largo de explicar, pero eso lo dejo para otro día.


Educación y negocios

11/03/2013

Como actividad económica del sector privado, la educación obligatoria en España no parecía tener un peso llamativo hasta hace poco. El crecimiento de la escuela pública durante los últimos años hacía que el presupuesto total de centros privados o privados concertados (empresas, órdenes religiosas, fundaciones) fuera, por comparación, menos, y en buena parte el negocio privado de la educación estaba en entidades que ya lo explotaban antes de la democracia.

Ahora las cosas están cambiando. Educar es mejor negocio, y no sólo por los ingresos directos en concepto de matrícula. Más bien parece que el margen está en la suma de muchos conceptos que se extienden cada vez durante más años: comedor, transporte, actividades extraescolares, cursos de verano, materiales, equipos informáticos, uniformes, ropa deportiva, y puede que grados y postgrados universitarios. Como ya descubrieron hace décadas muchas empresas, la fidelización de la infancia es un buen negocio.

Al crecer significativamente la red de centros privados, estos ingresos han pasado a ser mucho más atractivos. Y junto a ellos aflora el nuevo negocio de la evaluación: no sólo se administran exámenes externos a millones de alumnos en distintos momentos de sus vidas (cada vez más alumnos y cada vez más momentos), sino que aparecen nuevos materiales que ayudan al alumno a hacer bien los exámenes externos. No basta la formación y contratación de cientos de miles de docentes especializados, entre otras cosas, en la evaluación: estamos creando un sistema paralelo que casi se presenta como una necesidad social (¿cómo no vamos a evaluar?) y que, además, es un muy buen negocio.

Podemos mirar a Estados Unidos, donde esto no es una tendencia, sino una realidad bien extendida. Allí hay empresas como KIPP (Knowledge is Power Program), que gestiona 125 colegios concertados (en EEUU los llaman «charter»). Son colegios con una media de 2000 alumnos. Allí hay también empresas como Pearson, que firma contratos con el gobierno de cientos de millones de dólares para hacer pruebas externas y que editan además materiales para preparar esas pruebas. Hace años la educación no era un negocio, pero hoy puede ser uno de los mejores.

Es difícil hacer como si esto no tuviera importancia. La lógica tendencia del mundo empresarial a considerar clientes a las personas debería estar, en el caso de los niños, observada y vigilada por el Estado, porque son niños, no son clientes. Una de las formas de evitar este riesgo es disponer de un sistema de educación pública y, si algo falla en ese sistema, no renunciar a él, sino corregirlo. Un sistema de educación pública deja a un lado intereses que son difícilmente compatibles con ideales los educativos que la mayoría de los centros dirá defender.

La idea de que la relación pedagógica, la relación entre maestra y alumna, esté directa o indirectamente condicionada por intereses comerciales, es una desgracia para una sociedad.

La idea de que las personas que toman estas decisiones que pueden convertir la educación en un buen negocio no estén por definición exentas de posibles beneficios de futuros negocios es preocupante. El ministro de educación, por ejemplo, no nos ha asegurado que sus empresas de demoscopia no vayan a beneficiarse de la ola de evaluaciones externas que él mismo está instaurando.

Ojalá se equivoquen los que dicen que el ministro es enemigo de aquello que representa. Ojalá esta preocupación fuera una mera exageración sin fundamento. Puede que lo sea, pero no es nada tranquilizador que no figure en los programas electorales, que no se explique salvo para envolverlo en apariencias disuasorias y en grandes mentiras (como que no hay recortes), que se haga en contra de sectores sociales muy representativos.

Es todo un «curriculum oculto», como si pudiéramos jugar con algo tan importante como la educación.


Público/Privado

18/11/2012

Hay una tendencia creciente a la privatización del sistema educativo. Como no se trata de algo publicado en programas electorales, ni expresado abiertamente en discursos o entrevistas, hay que hacer un relativo esfuerzo para verlo. Los políticos que más medidas toman a favor de la privatización suelen ser los que más hablan de un sistema público de calidad, etc.

Aunque la comparación resulte muy tendenciosa, me recuerda a lo que dijeron varias personas cuando el perro de un vecino mordía a la gente y mataba a otros perros: «alguien debería matar al perro, pero, si preguntan, nosotros no lo hemos dicho».

Las razones para privatizar pueden ser varias. Una es el abaratamiento de los costes. Otra, menos citada, es el negocio que supone para el sector privado. Son argumentos que a muchas personas les hacen pensar que no es tan mala la privatización porque – dicen – así tal vez funcionen mejor los colegios.

Es falso que se trate solamente de privatizar o no privatizar. Hay otras alternativas que se están descartando, como por ejemplo una que cualquiera entiende, que consiste en mejorar el sistema público.

La privatización obedece en parte a una desconfianza en lo público, y por ello a una desconfianza extendida a toda la sociedad, a todos nosotros. «Que lo hagan los empresarios», viene a decir mucha gente, «porque nosotros no hemos sido capaces de hacerlo bien».

Y en parte es verdad. Se han cometido errores grandes en la gestión de lo público. Para mí uno de los más dañinos ha sido convertir la formación de maestros en una carrera de perfil bajo que durante décadas ha dado acceso a decenas de miles de personas a plazas de funcionarios.

Sin embargo, lo que parece solución podría ser una simple derrota, un gran error. España, como cualquier país, podría mejorar sus sistema público de educación. No hace falta renunciar a lo público porque se hayan hecho mal las cosas. Hace falta cambiarlo, pero que siga siendo público.

En el caso de la educación, la necesidad de que sea público tiene muy poco que ver con la estabilidad laboral de los docentes. Las prioridades de un país suelen ser más altas de miras. Que una o varias empresas impartan educación dentro de un sistema educativo mayoritariamente público no supone ningún desequilibrio importante. Lo que supone un desequilibrio significativo para un país es que sus ciudadanos sean abiertamente discriminados en función de su poder adquisitivo y en algo tan trascendente como es su acceso a la educación. Bajo la aparente solución de una gestión eficaz y unas cuentas saneadas se nos está presentando un sistema que, por una parte, discrimina a los pobres, para ponerlo en pocas palabras, y que por otra desaprovecha el talento de aquellos que no tienen oportunidad de desarrollarlo/mostrarlo. Como estrategia, es a la vez injusta e ineficaz.

Hay quien piensa que quien vale se sabe buscar los medios para salir adelante y que sólo los torpes se quedan en el camino, pero creo que pensar así es una forma fácil de mirar a otro lado. Lo que necesitamos, para ricos y para pobres, es un sistema del que podamos sentirnos orgullosos. Un sistema que aproveche al máximo el talento de todas las personas. Un sistema justo y eficaz, cueste lo que cueste.


Testing

16/11/2012

El ministro de educación, J. I. Wert, tiene especial interés en que nuestro sistema educativo esté sujeto a evaluación externa. El nivel de negocio que esto supone es grande y siempre que se aplican estas medidas debería estar muy claro que los políticos que las impulsan no van a ser los beneficiarios directos de las mismas.

Un ejemplo: Kansas tiene algo más de la mitad de habitantes que España y gasta cien millones de dólares anuales en evaluaciones. Las evaluaciones en Kansas las hace una empresa que se llama Pearson y el estado de Kansas ha firmado con Pearson un contrato de cinco años de duración. En España podrían ser mil millones de euros.

El hecho de que el ministro sea uno de los principales empresarios del sector de la demoscopia explica su fe en los estudios y las encuestas, pero podría anunciar también su intención de crear desde el ministerio un negocio personal de grandes dimensiones.

Tal vez en el futuro podamos decir que Wert fue un empresario que llegó a ministro, impulsó un excelente negocio para su sector y dejó que fuera la competencia quien lo disfrutase, pero cuando Wert deje de ser ministro no ingresará, que sepamos, en un convento de clausura. Puede que en el futuro lamentemos profundamente habernos dejado engañar de una forma tan burda, a plena luz del día, sin haber pedido ni siquiera una explicación.

Las evaluaciones externas gustan más o menos, pero en cualquier caso, quienes las defienden lo hacen porque creen que son buenas para el sistema educativo, no porque beneficien a un grupo de personas o de empresas, y mucho menos al ministro que las implantó.


La ley de educación y el código civil infantil

16/08/2012

El anteproyecto de ley de educación de José Ignacio Wert contradice todas las ideas que tengo de un sistema educativo admirable. En primer lugar, su mera aparición a los pocos meses de las elecciones es ya la enésima acción vergonzosa de nuestro sistema político. Es terrible que Fernando Alonso cambie de escudería con más frecuencia que el PSOE y el PP de ley de educación.

Además, este zafio anteproyecto trata a los niños como mano de obra en ciernes. Sabemos que todos somos futura mano de obra al nacer, pero de ahí a convertir nuestra educación en la preparación de una entrevista de trabajo hay una gran diferencia. El anteproyecto olvida que la personalidad no se construye sobre tres asignaturas, sino sobre experiencias emocionantes, significativas, memorables, profundas, arriesgadas o sorprendentes. El trabajo infantil está prohibido precisamente porque las competencias profesionales las aprendemos de mayores, una vez que hemos aprendido cosas mucho más importantes, duraderas y trascendentes. La voz con la que nos hablamos a nosotros mismos crece en tantas cosas y circunstancias que la propuesta de reducir la educación a estudio sociométrico de tres o cuatro variables sólo puede entenderse como una propuesta para ignorantes. A lo mejor es que nos la merecemos.

En el anteproyecto los niños reciben un trato de desconfianza digno de reclusos y la ley adquiere tintes de código civil infantil. Ya que por edad no entran en el sistema de justicia, parece decirnos, por lo menos que no se vayan «de rositas». Es como si los niños fueran culpables de algún pecado original y los maestros su cómplices, y por ello hay que enviarles eficacísimas empresas externas que van a medir científicamente que el aprendizaje esté en su punto, como si en vez de niños fueran barricas de vino o jamones.

Es un anteproyecto basado en la desconfianza, en un afán pseudocientífico de proporcionar datos y variables. Trata  la educación desde el prisma de una tabla Excel e intenta resolver la estulticia de las Comunidades Autónomas con una dosis hasta ahora ignota de estulticia estatal. De hecho, hay dictadores que nunca soñaron con meter tan en cintura al sistema educativo.

Creo que la fórmula es algo más sencilla y consiste en empoderar a los niños, a sus profesores, a sus centros y a sus sistemas educativos. Empoderar es un verbo que aparece en el diccionario de la RAE, aunque a muchos les fastidia, y significa, en dos palabras, dejar hacer, pero se ve que esa es otra historia.

Vendrán tiempos mejores. ¿A que sí?